domingo, 13 de abril de 2014

fragmento de "habitación once"


Al llegar la encuentro hablando con Lucía. Lucía no es un esqueleto como el resto de las chicas ingresadas aquí, tiene lo que se llama un cuerpo diez. No le sobra ni le falta nada. Tiene el pelo muy
oscuro, los ojos azules y la tez muy blanca y la piel de terciopelo. Creo que es preciosa, hasta que me regala una sonrisa y toda su belleza se cae por los suelos. Tiene la dentadura más espantosa que jamás haya visto: dientes oscuros, de un color gris marrón, y muy, muy pequeñitos, como si se los hubiera estado limando. Me acerco. Lucía, un poco avergonzada, cuenta su última salido con excesos incluidos.
—Tenía permiso de fin de semana y me pasé toda la tarde del sábado comprando porquerías en supermercados distintos –susurra—. Sabes, es importante no comprarlo todo de golpe en el mismo sitio, pues si ven a una chica delgaducha con más de quince mil calorías en la bolsa, sospechan. Siempre intento comprar alguna cosa para despistar, como un desodorante, un paquete de arroz o una bandeja de carne. El resto siempre muy dulce: pastelillos, bollería variada, chocolate, helados, yogures, cereales.
—Después fui a casa de mis padres –continúa—, ya sabiendo que ellos estaban en el cine. Dispuse toda mi mercancía encima de la cocina, saqué una botella enorme de cola, y empecé a comer todas esascosas prohibidas por mis mandamientos. Todo bien rociado de bebida con gas para que resultara más fácil deshacerme de todo. Cruasanes de
chocolate, pastelitos de colores chillones, yogures con cereales, cañas rellenas de crema, donuts, enormes trozos de pizza con demasiados ingredientes. Cuando hube llegado a la mitad sentía que mi barriga iba a explotar, me levanté la camiseta y realmente su perímetro había aumentado considerablemente. Con dificultades para caminar, fui hasta el baño y fácilmente lo vomité todo, no me molesté ni en cerrar la puerta del baño, pues no había nadie en casa que pudiera descubrirme.
Continué con mi festín privado hasta terminar con la última migaja y volví al baño a repetir mi purga.
—¿Tan fácil es para ti vomitar? –pregunta Alba.
—Sí — responde—. Mi cuerpo está acostumbrado. Llevo mucho tiempo haciéndolo. Lo odio, después quiero morirme. Pero la sensación que me invade cuando estoy preparando el festín es increíble. Aún
sabiendo lo mal que me voy a sentir después, soy incapaz de detener mis planes. 

No hay comentarios: